Historias en un cubilete.
Esta
es una historia que va a derramar mucha tinta. En un cubilete fabricado con una
lata de Coca-Cola convivían: un bolígrafo Bic azul, un lápiz Staedtler color
abeja y un clásico Inoxcrom azul metalizado. Una tarde caprichosa apareció en
ese escenario de lata un bolígrafo de cuatro colores. Llegó arrogante,
mostrando su valía a los demás compañeros de escritura.
-
Buenas tardes, me presento ante vosotros, personajes
monocromáticos. Pertenezco a una nueva generación de bolígrafos destinada a
desterraros al olvido.
El boli azul
lo miró sorprendido y le preguntó:
- ¿Cómo
estás tan seguro de que eres superior?
-
Cuando los niños y los mayores conozcan mis virtudes,
ya no necesitarán bolígrafos de un solo color, porque de mi sangre fluyen
diferentes cromatismos en función de las necesidades del escribiente.
-
Te expresas en un lenguaje exquisito – le matizó el
boli azul. – Se nota que te han producido en las mejores fábricas y que
procedes de las últimas tecnologías.
-
No lo dudes. Los bolígrafos clásicos, como es tu caso,
pasarán a mejor vida. Yo ofrezco mejores prestaciones y soy “un todo en uno”,
que es lo que busca el consumidor actual.
-
¿Y no existirán rivalidades dentro de ti? Porque la
tinta azul o negra se agotarán antes que la roja o la verde.
-
Eso no representa ningún problema ya que los recambios
de tinta son independientes.
El bolígrafo
azul guardó silencio y se encerró dentro de su capuchón roído. La pena se le
salía por su otro extremo carcomido. Se sentía tan humillado como cuando servía
de cerbatana.
El bolígrafo
multicolor lucía gordo y esplendoroso en el cubilete, bajo la mirada
despreciativa del lápiz. Hasta en el mundo de los seres inanimados los egos
provocan roces.
La luz del
cuarto se fue marchando y la noche dejó al portalápices a oscuras. El lápiz, al
notar que el boli gordo dormía placidamente, siseó bajito al boli azul para
llamar su atención:
-
Ahora que el gordo duerme, ¿tú piensas que mañana Jorge
se olvidará de nosotros y echará en su estuche solamente al boli nuevo para
irse al cole?
-
Bueno, lo que haga Jorge, sólo lo podremos saber mañana
-contestó el Bic.
-
Pero Jorge es un niño sensato, necesitará un lápiz para
poder borrar con la goma sus errores.
-
En fin, ya sabes que últimamente algunos maestros no
permiten el uso del lápiz, ni siquiera los de matemáticas.
-
Jorge no nos olvidará, estoy seguro - aseveró el Staedtler.
-
Te recuerdo, amigo lápiz, que los niños están
bautizados en caprichos y por tanto sus deseos son una lotería.
-
No me gustaría quedarme aquí. Estoy locamente enamorado
de una goma de borrar de Milán. La italiana vive en el estuche de la compañera
de Jorge y cuando la veo borrar mis trazos, pierdo la mía punta.
El boli
contestó:
- A mí tampoco me gustaría permanecer en el
cubilete, a pesar de que ya me queda poca tinta. La caligrafía de Jorge es tan
bonita y su profesora de Lengua la admira tanto, que yo también me siento
orgulloso porque sé que en esa escritura está mi materia prima.
-
Podríamos planear algo para que Jorge no nos olvide - comentó
el lápiz.
-
Piénsalo tú que eres de grafito. Yo prefiero dormir,
que mi sangre azul se enfría con la noche y necesito reservar energías por si
mañana sigo siendo útil.
-
Querido Marqués de Bic serás de sangre azul, pero qué
tinta más conformista te corre por la mina.
Con la luz de
la mañana, se abre la puerta de la habitación. Entra Jorge y empieza a preparar
la maleta. Coge los libros de lengua, matemáticas y sociales, y únicamente
guarda en el estuche un lápiz muy desgastado de tanto sacarle punta, que ni
siquiera estaba en el cubilete. Ya en clase, le presta el pequeño lápiz a su compañera
de banca, a cambio de una sonrisa enrejada por los brackets. La goma Milán se
queda esperando una línea de amor para borrar. Nadie extraña al boli de cuatro
colores ni tampoco al de uno.